El Instituto Nacional de Estadística muestra una realidad alarmante: El consumo de antidepresivos y tranquilizantes se está incrementando a una velocidad imparable.
Las previsiones señalan que en 20 años 1 de cada 4 personas podría depender de tranquilizantes en su día a día.
Vamos a conocer las claves de este fenómeno y aquello que necesitamos cambiar para abordar este complejo problema sanitario y social.
En las últimas encuestas realizadas a la población, casi una de cada cinco personas (16,86%) ha reconocido haber tomado tranquilizantes en las últimas dos semanas. En cuanto a los antidepresivos, la cifra alcanza el 7% de la población total.
Estas cifras que vienen evolucionando desde años atrás. En cada encuesta, los indicadores se elevan más y más y comprobamos así lo necesario y urgente de entender el abuso actual de tranquilizantes y antidepresivos.
Pese a la enorme importancia de los fármacos en nuestra calidad de vida, el avance indiscriminado en este ámbito nos debe hacer pensar si vamos por el sentido correcto.
Abordando el problema: ¿Abusamos de los tranquilizantes y antidepresivos?
- ¿Estaremos abusando de los medicamentos en nuestra vida diaria?
- ¿Se están abordando los problemas psicológicos correctamente?
- ¿Se tiende a recetar el fármaco por las deficiencias en cuanto a personal y tiempo disponible para cada paciente en el sistema sanitario?
- ¿La gente afronta su situación vital o decide medicalizarla?
- ¿Nuestro modelo social nos acerca hacia un modelo de bienestar o infelicidad?
Lo cierto es que nos enfrentamos a una problemática compleja en la que interactúan múltiples fuerzas.
Ramón Orueta Sánchez y su equipo, en el artículo Medicalización de la vida, explican que la medicalización de la vida es la “expansión en los años recientes [por parte de la medicina] de muchos problemas que antes no eran considerados como entidades médicas y para los que la medicina no dispone de soluciones adecuadas ni eficaces”.
Citan entre las principales no-enfermedades el proceso de envejecimiento, las alteraciones capilares (calvicie y canas), celulitis, resaca e incluso la infelicidad o la fealdad.
Y es que, pese a los avances conseguidos recientemente, como el hecho de ya disponer de una analítica para detectar la depresión o conocer el complejo sistema que consigue protegerte de la depresión realizando ejercicio, necesitamos investigar por qué las personas se medican cada vez más haciendo frente a problemas que, hasta hace bien poco, eran gestionados de manera personal y/o social sin diferencias significativas en el bienestar personal final.
En el artículo Why are doctors so unhappy? (¿Por qué hay médicos infelices?), el autor Richard Smith explica que se requiere una nueva manera de entender la relación del paciente con la medicina.
Así, Smith explica que se necesita reformular el contrato paciente-médico existente en la actualidad para que la medicina pueda abordar correctamente los problemas que tiene el paciente hoy en día.
El nuevo contrato médico-paciente: Reaprendiendo el concepto salud
Lo Tanto los pacientes como los médicos deben de saber y comprometerse con:
- La muerte, la enfermedad y el dolor son parte de la vida.
- La medicina tiene poderes limitados, especialmente para resolver los problemas sociales.
- Los médicos no lo saben todo: pueden necesitar apoyo en la toma de decisiones y apoyo psicológico.
- Estamos en esto juntos, tanto paciente como profesional.
- Los pacientes no pueden dejar todos sus problemas a los médicos. Necesitan responsabilizarse.
- Los médicos deben ser abiertos: deben reconocer sus limitaciones.
- Los políticos deben abstenerse de promesas extravagantes o irreales y centrarse en la realidad.
Analizando los puntos del investigador Smith, se puede intuir cómo hacen falta cambios en la triada paciente-profesional-sistema de salud para modificar la realidad actual.
El abuso de fármacos para tratar el estrés o la depresión está a la orden del día. Sin embargo, la solución requiere medidas por parte de todos para que en un futuro, la opción farmacológica sea una más de entre un abanico de posibilidades terapéuticas individualizadas para cada persona.
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