La obesidad en la etapa de la pubertad puede tener consecuencias graves, al afectar directamente en la principal etapa de crecimiento.
Puede llegar a acelerar la maduración sexual creando algunos conflictos, sobre todo en las mujeres: las adolescentes obesas tienen una menarquía precoz y sufren de trastornos menstruales como fuertes sangrados, reglas irregulares y hasta amenorrea.
Pero lo más preocupante son los efectos psicológicos de la obesidad. Estos jóvenes sufren mucho por el trato de los demás adolescentes, y muchas veces viven preocupados por su aspecto y por lo que los demás puedan decir.
La sociedad tiene una actitud crítica hacia las personas obsesas que en muchos casos contribuye a agravar la situación.
Estas circunstancias harán que la autoestima del adolescente se vea sumamente afectada, construirá una pobre imagen de sí mismo y progresivamente se volverá más sedentario y se irá asilando del entorno social.
Se produce entonces un círculo vicioso: el obeso triste y aislado se consuela comiendo, no querrá participar de fiestas y actividades deportivas para no exhibir su cuerpo.
El secreto para salir de este círculo vicioso no está en hacer un dieta, y mucho menos una dieta estricta impuesta por los padres. El camino para curarse de la obesidad está en cambiar el estilo de vida, crear nuevas costumbres de alimentación sana y hacer ejercicio físico siempre que se pueda.
El elemento crucial es la motivación, sin motivación no hay régimen que valga. El adolescente debe conocer todos los beneficios que le aportará llevar un estilo de vida sano, con el peso adecuado.
La asistencia profesional de los nutricionistas y los psicólogos puede ser de mucho provecho, pero la ayuda primordial debe venir de la familia. Los integrantes de la familia deben dejar las críticas y tratar de no avergonzar al adolescente obeso forzando una dieta, deben tratar de quitarle importancia al peso.
Lo que sí pueden hacer los padres, es cambiar los hábitos alimenticios de la casa, evitando las frituras, las carnes, sobre todo las de mayor contenido en grasas, las harinas, e introduciendo las frutas y las verduras a las comidas de todos los días.
También servirá que se establezcan horas de mutuo acuerdo para comer todos juntos las cuatro comidas, dando lugar a las conversaciones e impulsando las actividades físicas en conjunto.
La clave está entonces en un cambio en el comportamiento, que comienza con un cambio en el seno de la familia. Procura no forzar al adolescente a hacer una dieta estricta, y en cambio enfócate en hacerlo sentir motivado, pero sin traer a colación el tema de la gordura a cada instante.
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